La Vuelta a Ibiza en BTT forma parte del patrimonio turístico y deportivo de Sant Antoni de Portmany. Desde hace una década, esta ronda es una de las mejores competiciones de ciclismo que se disputan en España y ha conseguido despuntar en el panorama internacional. Cada Semana Santa, la Vuelta atrae a la isla (principalmente, a nuestro municipio) a 3.000 personas sumando a ciclistas y acompañantes que responden al perfil del turista cívico y respetuoso que muchos colectivos deseamos para cambiar la denostada (e incompleta) imagen que tantas veces acompaña a Sant Antoni. Además de amar el deporte al aire libre, estos visitantes suponen un impacto económico muy importante para todo tipo de negocios portmanyins meses antes de la saturada temporada alta. Es dinero que se produce en Sant Antoni y se queda en Sant Antoni.
Por otro lado, en la salvaguarda del también denostado entorno natural del que aún presumimos, cada vez con más sombras que luces, eso sí, no caben medias tintas. Hace ya décadas que el paradigma de la pretendida sostenibilidad condiciona cualquier debate y se pretende como eje director a cualquier medida o debate. Así, y en este caso concreto, si el deporte es fuente de riqueza, desestacionalización y cambio de modelo lo es amén del marco en que discurre, un marco cuyas características deben ser preservadas de cualquier amenaza, proceda ésta de donde proceda, sin que la mayor afección de otras justifique la no adopción de medidas ante aquellas que sí estan al alcance de nuestras manos.
Por eso, vemos con preocupación el falso debate que viene produciéndose en estos días, pretendiendo polarizar el sano ejercicio deportivo a un lado, frente a la salvaguarda medioambiental al otro, como enemigos irreconciliables que ni son ni deben ser. Como en casi todo, inclinarse a uno u otro extremo es un error. Máxime existiendo una amplia gama de tonos intermedios en los que moverse a fin de aunar posturas y entroncar con la pretendida sostenibilidad. Porque sostenibilidad es eso, establecer filtros que necesariamente implican renuncias, a fin de garantizar la permanencia en el tiempo, que la riqueza última de nuestro entorno y paisaje continúen siéndolo.
Han faltado piel, sensibilidad y empatía. Diálogo y comunicación para alcanzar acuerdos. La consellería balear de Medi Ambient debe ejercer una labor pedagógica. No se puede pretender pasar de todo a nada. El cumplimiento de la legislación vigente es fundamental, pero más aún lo es la interpretación que se hace de la misma así como el modo en que ésta se despliega. Sin consenso, diálogo y voluntad de alcanzar acuerdos con los colectivos afectos se tiende a la polarización y con ello a la desobediencia y al discurso fácil alimentado de bajos instintos. A hacer de la sostenibilidad moneda de cambio político y garantizar su extinción de la mano de formaciones políticas más comprometidas con el rédito electoral que con la educación en valores medioambientales.
Vivimos en una isla asaltada verano a verano por el terrorismo medioambiental (fiestas ilegales situadas en casas situadas en zona ANEI, yates que arrasan praderas de posidonia, islotes transformados en exóticos hoteles, parques naturales atascados de vehículos a motor…) de modo que centrar el foco de la preocupación en que un pelotón de ciclistas recorra durante tres días los caminos ibicencos puede resultar, si no incomprensible, desproporcionado al menos. Una postura que, de mantenerse, alimente el argumentario de quienes aún creen que la defensa medioambiental debe ejercerse siempre en tercera persona, contra otros, presumiblemente más poderosos, con mayor capacidad de impacto y menos comprometidos.
Por lo tanto, desde Reinicia, instamos a ambas partes a moderar el discurso y educar mutuamente. A los organizadores de pruebas deportivas, éstas seguramente no suponen el mayor de los impactos para esta maltrecha isla. Son además fuente de salud, bienestar y riqueza. Sin embargo todo suma y en el contexto actual todos debemos ser capaces de aceptar cesiones y establecer límites. A la Conselleria Balear de Medi Ambient, diversificación en sus esfuerzos y racionalidad en la adopción de medidas. No se entendería según que dureza frente a la ingente cantidad de agresiones que hemos citado. Proporcionalidad en la adopción de medidas y distribución de esfuerzos para que no cunda la falsa sensación de ser inflexibles frente al débil, no tanto frente al poderoso. Si Sant Antoni pierde la Vuelta a Ibiza, muchos aficionados a la bicicleta se habrán quedado huérfanos de esa posibilidad. Si pierde, no obstante, la riqueza paisajística y medioambiental de que es poseedora todos seremos huérfanos. Tejamos equilibrios.